El concepto de capital intelectual es algo relativamente reciente. Está compuesto por la suma del capital interno (conjunto de conceptos, modelos, procesos, sistemas administrativos e informativos creados por las personas y utilizados por las organizaciones), capital externo (conjunto de las relaciones con clientes, proveedores, stakeholders, marcas, imagen y reputación) y capital humano (conjunto de las habilidades de las personas que trabajan en una empresa en actuar en ciertas situaciones, educación, experiencias, valores y competencias).
Capital Intelectual = Capital Interno + Capital Externo + Capital Humano
Otra característica del capital intelectual es el hecho de que es invisible e intangible, lo que dificulta su gestión adecuada.
Historia del concepto capital intelectual
En los viejos tiempos, la lógica del capitalismo en la era industrial se enfocaba solo en el capital financiero (todos los bonos, obligaciones, certificados, etc. que podrían ser negociables y convertirse en efectivo). Pero la realidad actual es diferente.
Las empresas hacen inversiones masivas en conocimiento. Si antes los empresarios eran dueños de las herramientas y los materiales de trabajo, ahora el trabajador lleva sus “herramientas y materiales de trabajo”, es decir, su conocimiento, en su mente. De esa forma, cuando un trabajador se desconecta de la empresa por cualquier razón, una parte del capital intelectual de la empresa lo acompaña.
Es por esta razón que actualmente, para que una empresa llegue a su valor de mercado es necesario sumar sus activos tangibles e intangibles. Según Edvinsson y Malone (1998), el capital intelectual puede estar compuesto por seis capitales que escapan parte de la estructura de valor de mercado de una organización: el humano, estructural, de clientes, organizacional, de innovación y de procesos.
El fortalecimiento de uno o más de estos capitales acaba por influir en el capital intelectual. Por lo tanto, la inversión en estrategias de conocimiento sólo tiene que beneficiar el capital intelectual y, en consecuencia, el valor de mercado de una organización.
Hay que tener cuidado de no confundir gestión de la información, gestión del conocimiento y capital intelectual. El primero se refiere a la gestión de las técnicas y conocimientos utilizados en la recolección, procesamiento y distribución de la información. El segundo se refiere a todo el esfuerzo de la organización en desarrollar, capturar, organizar y difundir el conocimiento, de acuerdo con sus estrategias.
Impotancia del capital intelectual para las empresas
Dada la importancia del capital intelectual para las organizaciones modernas, es necesario estar atentos para que los procesos de reingeniería no supriman el capital intelectual.
Después de todo, por mucho que la tecnología y la automatización puedan incrementar la productividad y dejar a las empresas más delgadas, aún no reemplaza completamente al capital humano. Precisamente en él se inician los procesos de innovación.
En estos días, es común encontrar organizaciones que desarrollen modelos de educación corporativa a través de universidades corporativas, tanto presenciales como virtuales, con el objetivo de mejorar la gestión de su capital intelectual.
A pesar de ser un capital de difícil medición, podemos afirmar que representa el activo más rentable a las organizaciones y sin el cual ninguna empresa alcanzaría el éxito. Lógicamente, vale la pena invertir en él. La pregunta es cómo. Como toda buena inversión, uno debe buscar conocer y evaluar bien a un empleado antes de llevarlo a la organización. Y el trabajo no se detiene allí.
Es necesario, además de contratar a una persona adecuada, colocarla para realizar la función adecuada para sus competencias, mantenerla en la empresa, remunerarla a satisfacción, desarrollarla continuamente y monitorizarla. También es esencial abrirle espacio para que pueda contribuir con su creatividad y sus ideas.